PESTE DE ARTISTA



El domingo El País, en el suplemento EPS, publicaba un artículo del muy acertado siempre Javier Marías. Este post lleva el mismo titulo que su artículo, por deferencia. Podeis leerlo en su blog.

En cientos de ocasiones me he visto enfrascada en una estéril discusión sobre el artista y su modus vivendi, primero intentando defender que nosotros, los diseñador, no somos artistas. Y segundo que, de serlo, me negaba a incluirme en el saco de los pelos teñidos de colores imposibles y gafas de pasta fluo, por mucho que algunos compañeros se empeñen en mostrarse tan excentricos que bien podrían trabajar bajo una carpa.

Bien, mi planteamiento se acercaba bastante al de J.M., sabedora de que generalizando se hieren muchas sensibilidades y se despiertan mil suspicacias, intenté encontrar esa excepción que confirma la regla. No tardé en encontrarla, no. Tantas veces había pensado en él, en su genialidad, en su..... claro!, me dije, en su "normalidad". Tantas veces, mientras estudiaba su obra, había pensado "este hombre tiene una cara que podría ser mi abuelo y mira que espectáculo de escultura", "cuanta poesía reside en lo que hace, sin dejar esa actitud tan prosaica".

Se trata de EDUARDO CHILLIDA. Sacad unos minutos y vereis a un hombre "corriente", de "comportamiento ejemplar" y producción artística de "genialidad inigualable". Un artista cuya vida se podría haber parecido a la de cualquiera de nosotros. Sin tormentos, sin drogas, sin dramas, sin excesos, sin excentricidades.... Un artista del que sólo hablaremos de su arte y, si en algún momento, se hace referencia a su vida será para destacar lo poco destacable que era.
Así pues encontré la excepción, aunque siento que no sea la norma.

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